01 febrero 2012

Febrero 2012 - Palabra de Vida




“Conviértanse y crean en la Buena Noticia”
 (Mc. 1,15)

 Así comienza, en el evangelio de Marcos, el anuncio de Jesús al mundo, su mensaje de salvación: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
Con la llegada de Jesús despunta una nueva era, la de la gracia y la salvación. Sus primeras palabras son una invitación a abrazar esta novedad, el Reino de Dios que el pone al alcance de todos, cerca de cada uno.
E indica enseguida el camino: convertirse y creer en el evangelio. Es decir, cambiar radicalmente de vida y aceptar la palabra que Dios, a través de Jesús, dirige a la humanidad de todos los tiempos.
La conversión y la fe caminan a la par. No se da la una sin la otra, pero ambas nacen por el contacto con la palabra viva, con la presencia de Jesús que, hoy también, le dice a la multitud, “Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
La palabra de Dios acogida y vivida provoca un completo cambio de mentalidad (=conversión). Lleva a los corazones de todos, los sentimientos de Cristo ante las circunstancias, las personas y la sociedad.
¿Cómo puede realizarse el milagro de una profunda conversión, de una fe nueva y luminosa? El secreto está en el misterio que encierran las palabras de Jesús. No se trata de simples exhortaciones, sugerencias, indicaciones, directivas, órdenes o mandatos. En la palabra está presente el mismo Jesús, que habla y nos habla. Sus palabras son él mismo.
Por eso en la palabra Lo encontramos. Al recibirla, tal como Él lo quiere (es decir, dispuestos a ponerla en práctica) somos uno con Él, que puede nacer y crecer en nosotros. Podemos y debemos acoger la apremiante y exigente invitación.
Alguien podría considerar que las palabras del evangelio son demasiado altas y difíciles, muy distantes de la manera de vivir y de pensar corrientes, y sentir la tentación del desaliento. Pero esto se da si uno piensa que debe mover la montaña de la incredulidad por sí mismo. Bastaría con esforzarse por vivir, aunque más no sea, una palabra del evangelio, para encontrar una ayuda inesperada, una fuerza única y una luz para caminar (cf. Salmos 105 y 118). Al comunicarnos con una palabra del evangelio nos encontramos con una presencia de Dios que libera, purifica, convierte, comporta consuelo, alegría y sabiduría.
¡Cuántas veces esta palabra puede iluminar nuestra vida cotidiana! Cada vez que nos encontramos con nuestras debilidades o con las de los demás, cada vez que nos parece imposible o absurdo seguirlo a Jesús, cada vez que las dificultades parecen abatirnos… ésta palabra puede hacernos remontar, darnos una bocanada de aire fresco y un estímulo para volver a comenzar.
Bastará una pequeña y rápida “conversión” para salir de la oscuridad de nuestro yo y abrirnos a Dios, para experimentar la vida verdadera.
Si además podemos compartir esta experiencia con alguna persona amiga que también haya hecho del evangelio su código de vida, veremos florecer a nuestro alrededor una comunidad.
En efecto, la palabra de Dios vivida y comunicada produce este milagro: da origen a una comunidad visible, que se transforma en levadura y sal de la sociedad, testimonio de Cristo en cualquier rincón de la tierra.



Chiara Lubich

La imágen es un óleo sobre tela de MaríaPía.

No hay comentarios: