28 marzo 2013

Una escapada a Mendoza

Después de muchos años, demasiados, volvimos a Luján. Mendoza es una tierra que enamora.



No fue tanto un viaje turístico sino de reencuentro con gente querida, de estar en familia y disfrutar de la amistad que, a pesar de la distancia, crece con los años

Momentos  alrededor de la mesa







Una linda tarde para ver a la Cami jugando hockey



Y por supuesto la infaltable visita a las bodegas, esta vez bajo la experta guía de Juan Francisco.
Cabrini, una bodega histórica que ha quedado en manos de la familia fundadora. Allí Fernando, uno de los dueños, nos explicó detalladamente el proceso que transforma los racimos en deliciosa bebida. En el pequeño museo se pueden ver objetos de distintas épocas y fotos que muestran la evolución de la bodega desde sus orígenes.





Alta Vista que forma parte del circuito turístico. Después de una recorrida por toda la bodega nos hicieron degustar 3 buenos vinos. Vale la pena ir con plata para traerse alguno de recuerdo, aunque seguro va a durar poco. Los precios muy variados: la botella más cara costaba 2800 pesos y la más barata 60. Solo nos trajimos lo puesto









Esta es la cava privada de los dueños que viven en Francia. Viajan 2 veces al año para probar los vinos. 


Como dije al principio, Mendoza es una tierra que enamora por sus paisajes, por el vino pero sobretodo por la buena gente que uno encuentra y más cuando tiene la suerte de poder llamarla amiga.

Un renglón aparte merece Pirincho, un maestro. 
Lo conocimos hace más de 25 años. En un viaje familiar. Un verano muy caluroso. En el almuerzo tomamos vino como estábamos acostumbrados, con mucho hielo, no recuerdo si además le pusimos soda. Pirincho no dijo nada. 
Se armó sobremesa en el living y fuimos con Adrián a ese momento de la charla. Como quien no quiere la cosa salió el tema del vino y entonces nos dio sus valiosos consejos para saborearlo.
Sin hielo, pero fresco, a temperatura de sótano.
Mirarlo, descubrir la belleza de sus reflejos
Olerlo, sentir el aroma que la copa en forma de tulipa deja salir mejor.
Llevarlo a la boca, pasearlo con delicadeza, sin apuro y dejar que exploten todos los sabores.
Y al final, como broche de oro, hacerlo propio

Como las clase fue teórico-práctica y con un buen tinto, no nos olvidamos más la lección. La atesoramos con cariño y seguimos practicando cada vez que podemos je,je.

Gracias Pirincho, no solo por hacernos hacer amigos del buen vino sino también porque cada vez que andamos por allá nos encontramos con una familia de puertas y corazón abierto.

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