La propuesta era reflexionar juntos sobre los diferentes ministerios dentro de la Iglesia y particularmente el rol de los Movimientos.
En la primera parte Virginio abordó las distintas características de la ministerialidad de la Iglesia.
Nuestra Iglesia, a partir de Puebla, trata de vivir especialmente la Comunión y la Participación, siendo un espacio y una escuela de servicio, tanto hacia adentro como para toda la sociedad.
No hay duda de que una de las imágenes más atrayente de Jesús es la del Buen Pastor que alimenta a las ovejas, las conoce, las llama por su nombre y las cuida con gran delicadeza al punto de salir en busca de la que se ha perdido para reunirla con toda la manada.
Él es nuestro modelo, la Iglesia solo se realiza siendo comunión.
Juegan, especialmente en este tiempo, un rol fundamental los diferentes carismas que enriquecen la Iglesia, que particularmente hoy se dan en los movimientos, integrados por mayoría de laicos que llevan este don a los ambiente donde se desempeñan.
La riqueza de los carismas y por lo tanto de los movimientos es para el bien común de todo el cuerpo eclesial, el compromiso laical no se debe limitar al ámbito del movimiento en sí. Cobra gran importancia la vivencia de una profunda espiritualidad, necesaria también para sostener un comprometido trabajo apostólico.
Algunas de las conclusiones que salían son:
- Una toma de conciencia profunda de la falta de sacerdotes, que nos llama a un mayor servicio.
- Mayor coherencia y compromiso con la sociedad y la comunidad.
- Que los movimientos no sean cerrados y se abran a las necesidades.
- Conocernos más entre los diferentes movimientos, trabajar juntos aportando cada uno según su carisma.
- Importancia de la formación y dar testimonio de lo que somos.
- Mirar fundamentalmente a la familia y a los jóvenes.
- No descuidar el rol característico de los laicos: llegar a todos los ambientes.
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