01 octubre 2011

Palabra de Vida de Octubre



 «Sígueme»
(Mt 9.9) 

Mientras salía de Cafarnaúm, Jesús vio a un recaudador de impuestos llamado Mateo que estaba sentado a la mesa de recaudación. Mateo ejercía un oficio que lo tornaba odioso a la gente y que lo igualaba al de los usureros y explotadores que se enriquecen a costa de los demás. Los escribas y los fariseos lo ponían al mismo nivel de los pecadores públicos, tanto que le echaban en cara a Jesús el ser “amigo de publicanos y pecadores” y de comer con ellos.
Yendo contra toda convención social, Jesús llamó a Mateo a seguirlo y aceptó almorzar en su casa, tal como hará más tarde con Zaqueo, el principal de los publicanos de Jericó. Al pedirle explicación por su conducta, Jesús dirá que ha venido a curar a los enfermos y no a los sanos, y a llamar a los pecadores y no a los justos. También esta vez, su invitación se dirigía justamente a uno de éstos.


«Sígueme» 

Jesús ya había dirigido esta palabra a Andrés, a Pedro, a Santiago y a Juan a orillas del lago. Hizo la misma invitación, de otra manera, a Pablo en el camino de Damasco.
Pero Jesús no se detuvo allí. A lo largo de los siglos siguió llamando a hombres y mujeres de todo pueblo y nación. Y lo hace también hoy: pasa por nuestra vida, nos encuentra en diferentes lugares, de diversas maneras, y nos hace sentir nuevamente su invitación a seguirlo.
Nos propone estar con Él porque quiere instaurar una relación personal, y al mismo tiempo nos invita a colaborar con Él en el gran designio de una humanidad nueva.
No repara en nuestras debilidades, en nuestros pecados y en nuestras miserias. Él nos ama y nos elige tal como somos. Su amor nos transformará y nos dará la fuerza para responderle y el coraje para seguirlo como lo hizo Mateo.
Y para cada uno de nosotros tiene un amor, un proyecto de vida, un llamado particular. Lo advertimos en el corazón a través de una inspiración del Espíritu Santo o de determinadas circunstancias, de un consejo, una indicación de quien nos quiere... A pesar de manifestarse de las maneras más diversas, resuena la misma palabra:


«Sígueme» 

Recuerdo cuando también yo advertí este llamado de Dios.
Era una helada mañana de invierno en la ciudad de Trento. Mi madre le pidió a mi hermana menor que fuera a buscar la leche a dos kilómetros de casa, pero hacía mucho frío y ella no quería hacerlo. También mi otra hermana dijo que no. Fue entonces que yo me ofrecí: “Voy yo, mamá”, y tomé la botella. Salí de casa y a mitad de camino aconteció algo particular: tuve la impresión de que el Cielo se abría y que Dios me invitaba a seguirlo. “Entrégate toda a mí”, resonó en mi corazón.
Era un llamado explícito al que quise responder enseguida. Lo conversé con mi confesor y me autorizó a donarme a Dios para siempre. Era el 7 de diciembre de 1943, nunca podré describir lo que ese día pasó por mi corazón: me había desposado con Dios. Podía esperarlo todo de Él.

«Sígueme» 


Esta palabra no se refiere sólo al momento determinante de la opción de nuestra vida, Jesús nos la sigue dirigiendo cada día. «Sígueme» parece sugerirnos frente a los más simples deberes cotidianos; «sígueme» en esa prueba que hay que abrazar, en esa tentación por superar, en ese servicio por realizar...
¿Cómo responderle concretamente?
Haciendo lo que Dios quiere de nosotros en el presente, que conlleva siempre consigo una gracia particular.
El compromiso de este mes será pues el de entregarse a la voluntad de Dios con decisión; darse al hermano y a la hermana que tenemos que amar, al trabajo, al estudio, a la oración, al descanso, a la actividad que debemos realizar.
Aprender a escuchar en la profundidad del corazón la voz de Dios que habla también con la voz de la conciencia: nos dirá lo que Él quiere de nosotros en cada momento, dispuestos a sacrificar todo para llevarlo a cabo.
“Danos de amarte, oh Dios, no sólo cada día más, porque podrían ser demasiado pocos los días que nos queden; sino danos de amarte en cada momento presente con todo el corazón, el alma y las fuerzas en la que es tu voluntad”.
Y éste es el mejor sistema para seguir a Jesús.

Chiara Lubich

No hay comentarios: