25 septiembre 2011

Camino a Centenario

Domingo 25 de septiembre, 7:45 de la mañana
Desde Fátima y San Francisco empezamos a caminar juntos, a rezar, a charlar, a compartir un poco cómo nos va la vida.
El corazón se va preparando de a poco para el coloquio que se inicia.
Hablarle a Dios de nuestras cosas, escucharlo, descubrirlo.



Llegamos a la rotonda y nos sumamos a los miles de peregrinos que van rumbo a Centenario, convocados por la Virgen, que siempre nos espera.
Y el corazón se sigue preparando.
Rezamos juntos, caminamos, charlamos, cantamos pero también hay momentos de silencio, de profundo silencio interior.
Todo es materia prima para el encuentro con Él.
Basta mirar y abrir bien los ojos.


Los pies descalzos,


esas manos que llevan la silla de ruedas,


el gozo del perdón,


el abrazo,


esas manos enamoradas,


los hombros amigos,


las muletas cargadas de esperanza,



la alegría de los que dejaron todo para seguirlo,


la oración de tantos,


la fe de todos.

Todo es materia prima, todo nos habla de su presencia


Es una alegría ser parte de esta Iglesia que privilegia la comunidad, que se hace evidente en esta peregrinación, donde la jerarquía no es autoridad sino servicio, donde hay distinción pero no escalafón, donde nos reconocemos hermanos, caminando juntos, uno al lado del otro.


Así de a poco Él va tomando nuestra alma, y nos habla, nos responde y nos pregunta.
Y finalmente entramos en Centenario y nos encaminamos a la plaza donde se celebrará su misa.


Los obispos, Marcelo y Virgilio, muchos de nuestros sacerdotes y el pueblo de Neuquén.


En la homilía Don Marcelo recuerda que este año se cumplen 50 años de la llegada del primer Obispo a Neuquén, Don Jaime, y que la Iglesia siempre quiso seguir el ejemplo de Cristo servidor. La lectura era la del prójimo que auxilia a su hermano herido al costado del camino.
Cristo nunca miró de costado a los que estaban caído al lado suyo - nos dice - sino que se ocupó, estaba dispuesto para los que tenían algún problema. Siempre daba razones de lo que hacía.
Nuestra sociedad, que nosotros también cooperamos a crear, se ha vuelto cada vez más individualista, si ve algo que no anda bien, lo mejor que puede hacer es dar vuelta la cara, pasar por otra vereda y no meterse.
“El dolor de los demás no tendría nunca que ensuciarnos, lo que nos ensucia de verdad es nuestro egoísmo, cuando nos encerramos en nosotros mismos y no nos preocupamos de los hermanos entonces sí que nuestro corazón esta bien sucio, el egoísmo es como una pátina que se pone alrededor del corazón y le impide poder latir por el dolor de los otros, nos encierra en nosotros mismos y nunca nos hace felices” (sic)
Nos preocupamos por todo lo que nos dicen que es necesario para la vida, pero para la vida son necesarias pocas cosas, la mayoría de las cosas que nos presenta la TV y la radio no son necesarias para vivir, nuestros abuelos no las tenían y vivían, quizá más felices que nosotros, porque siempre buscamos más.
“Cuando abrimos el corazón, abrimos nuestros pensamientos, abrimos nuestros ojos y nuestros oídos al dolor que nos rodea, entonces sí que descubrimos que también con pocas cosas podemos vivir, entonces sí que podemos llegar a ser felices, es la felicidad que Cristo ha prometido, es la felicidad que María ha vivido a lo largo de su vida” (sic)
La Iglesia de Neuquén a grabado en su vida a un Jesús que es servidor de las necesidades de los demás.
Renovarnos sobre la palabra que Jesús nos ha regalado, sin inventar otro camino. Conocerlo mejor y seguirlo con alegría. No nos encierra, nos abre, nos lleva a los demás.
Abrir los ojos, mirar a tantos que están al borde del camino, al borde de la vida
A tantos jóvenes que han sido presa de las adicciones y no tienen el coraje ni la fuerza para caminar junto con los demás
Tantos ancianos que no tienen lo necesario para una vida digna
Tantos niños que no tienen una cultura, una educación de valores que les permita enfrentar mañana la vida


Hasta acá las palabras del Obispo, que nos pone frente a un nuevo desafío para este año del jubileo diocesano, conformar la Iglesia que Jesús quiere

Nota: en cursiva extractos de la homilía


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